Aprender ¿para el ego o para el mundo?
Me invitaron a participar a una jornada Outdoors (jornada al aire libre de integración y trabajo en equipo) organizada internamente para nuestro equipo de trabajo. Cuando me llegó la invitación no tenía claro para qué era y con el juicio de que podría ser una jornada más de lo que nosotros hacemos, que son experiencias especiales y enriquecedoras. Llegó el día de la jornada y partí con entusiasmo, con sueño y contenta. Para mí es agradable, y siempre es un gusto vivir un Outdoors, el contacto con la naturaleza, el salir y estar con mis compañeros de trabajo desde otra instancia, siempre es un regalo. Fuimos acercándonos al lugar y mis sentidos se empezaron abrir, los aromas empezaron a sentirse; el verde de los bosques, le dieron tranquilidad a mi mirada; el sonido de la brisa y de los pájaros, le dieron paz a mis oídos; el gusto de la comida, me conecta con el disfrute y a medida que mis compañeros llegaban, mi corazón latía con más fuerza; la sensación de estar viva se manifestaba y la podía percibir, ¡estaba en mí y estaba con otros!, la gratitud hacia la Vida se hacía presente. Después tomamos desayuno todos juntos y cuando terminamos, salimos del comedor para empezar con nuestro primer desafío, el conversar con un compañero desde el corazón, en donde se empieza a develar el alma… ya anticipaba lo que podía ser esta jornada, me sentía parte de un solo cuerpo, algo así como un “Yo Somos” en vez de una “Yo Soy”. Hasta que nos dicen que esta jornada es para el aprendizaje de los nuevos integrantes del equipo, quienes serán a la vez, los que van a facilitar los desafíos acompañados por un Coach Senior en estas jornadas y certificarlos como guía Outdoors por la Multiversidad IST…¡ Qué bueno!- pensé; hasta que escucho mi nombre seleccionado como facilitador-aprendiz para ser certificado y, al momento de escucharlo, se me asoman mis propios fantasmas: “me van a evaluar delante de todos”, “tengo miedo”, “¿si lo hago mal y dejo la embarrada?”, “¿y si me bloqueo?”, aparecieron los boicoteadores: “esto no me gusta”, “yo no sirvo para esto”, y en ese momento me olvide de la conexión con la vida, en el “Yo Somos”, me encerré y volví a mirarme el ombligo en un “Yo Soy”. Me designaron grupo, y ¡tenía a 2 Coach que me observarían!, el desafío que tenía que liderar era una vivencia de la confianza, “¿Por qué justo ese desafío me habrá tocado a mí?”, caminé con el grupo hasta el lugar, iba muy nerviosa, seguía olvidándome de la vida y todas esas cosas lindas que en un momento había sentido, ensimismada, con miedo a la evaluación, hasta que llegué al lugar para empezar, y respiré para comenzar. Una vez que empecé a mirar los ojos de mis compañeros, a escuchar sus voces me fui tranquilizando y conectando nuevamente con ellos, caminamos, pasamos por unos puentes, conversamos hasta que hicimos el desafío y mis acompañantes-coach me daban amor, cercanía y feedback, lo pongo en ese orden, porque así lo sentí. Pasaron 3 grupos más, y por cada grupo que pasaba, me sentía más “tomada” por el trío Aprendizaje – Confianza – Conexión. Debo declarar que para mí esta jornada Outdoors fue una de las más poderosas que he vivido, porque pude ver un paradigma en que he habitado mucho tiempo en que “el aprendizaje es para mí” y desde ese lugar aparece mi Ego en Gloria y Majestad (sobre todo cuando ha habido una historia de éxito detrás), se me manifiesta la exigencia desbordada...
Leer másAprendiendo de los caballos
Aprender de los caballos…. ¿aprender de los caballos?!! Me pregunté con algo de sorpresa cuando nos llegó la invitación para tener una jornada de trabajo en equipo… con caballos. Sonaba interesante y desafiante! Partimos tempranito, todos los que conformamos este equipo de la Gerencia de Desarrollo Humano del IST, de personas que trabajamos con personas. La perspectiva de ir a trabajar al campo, con caballos, a hacer algo distinto, nos llenaba de alegría. El sol de invierno que asomaba de los cerros de Chacabuco nos daba la bienvenida a este día de trabajo distinto. El frescor de la mañana, el ‘olorcito’ a campo, los espinos amaneciendo entre la bruma, nuestra algarabía al llegar y nuestras ganas de estar allí, todo hacía que presagiara “hoy puede ser un gran día”. “Los caballos y nosotros somos mamíferos, ambos necesitamos a la manada… sin embargo, la gran diferencia es que ellos son herbívoros y nosotros depredadores…”. Esas palabras del instructor calaron hondo en mí. – ¿Qué significado profundo tendrá esto que él dice? – pensé sin sospechar que esas palabras que no terminaba de entender aún serían la simiente de mi aprendizaje ese día. Y nos fuimos al potrero, allá al territorio de los caballos. Y creyendo que podía atrapar a uno de ellos (dada mi experiencia de haber montado caballos, por trabajo o por paseo, en algunas épocas de mi vida) me dispuse a ofrecerme para el primer desafío! Entré al ruedo, bien cancherita yo, a atrapar a mi presa. ¡Así lo estaba viendo!. Él la presa, yo el depredador. Desde allí nada fue posible. Yo me acercaba sigilosamente para ponerle un lazo al cuello y él se iba veloz, bello, brioso, vital. Como diciéndome ¡así no lo vas a conseguir!. Ahora comenzaban a cuajarse en mí las palabras iniciales del instructor. ¿Qué clase de depredador estoy siendo? No es el que se come a la presa, ese no, sin embargo siento mis ansias de dominio, mis ganas de ganarle, mi supremacía intelectual, mi expectativa de ser reconocida por mis compañeros como “la que pudo atraparlo”, mi frustración por no poder lograrlo. Mi completa humanidad, con sus luces y sobre todo con sus sombras, puesta de manifiesto allí en el potrero!! Uff! Parece que esto no se hace así… o más bien parece que hay un lugar distinto en donde quisiera pararme (de parada frente al mundo) para poder intentarlo. Entonces algo comenzó a pasarme. Tal vez el hecho de pensar en ese lugar distinto me abrió un portal para entrar a ese “estar nuevo”. El mismo potrero, distinta “parada”. ¿Quién es esa parte de mi que estaba ahora allí? No es la que quiere ganar y llevarse los aplausos de los compañeros. No, esa no es. Es una que, de sopetón, comprendió mas allá de su entendimiento, que no tiene para qué dominar, que ni siquiera se trata de dividirse en dominador y dominado, que tampoco se trata de atraparlo sino de que me regale el privilegio de su mansedumbre y su confianza. Quiero ser confiable para él! Se me paran los pelos… lo que me surge es respetarlo aquí, en su potrero!.. Lo que me acontece es acompasar su ritmo en silencio…lo que comienza a sucederme es presentarme ante él, mostrándole mi alma sin dobleces y él, como sabiendo que tocó mi ser, responde mirándome con sus ojos de uva, dándome permiso para acercármele. Qué honor la delicadeza de este encuentro mamífero, cuando me deja tocarlo!!. Sin miedo él, sin miedo yo, confiando en la sabiduría natural del lugar, de los cerros, de los espinos, de la brisa, del...
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