Posts Tagged "cuidado mutuo"

Un modelo social exportable y replicable basado en la prevención

Entradas por en Jun 1, 2018 en cuidado mutuo, opinión, Slide portada, varios temas | 0 comentarios

Un modelo social exportable y replicable basado en la prevención

Chile cuenta con un seguro social obligatorio contra accidentes del trabajo y enfermedades profesionales que, por sus características y desempeño, ha alcanzado una alta valoración a nivel internacional. Especialmente por su amplia cobertura en términos de prestaciones, por su excelente relación costo-efectividad y por haber logrado reducir la tasa de accidentabilidad desde un 35% a un 3,6% desde su creación a la actualidad. Es así como en más de sesenta años el sistema de mutualidades ha demostrado ser exitoso y ha cumplido satisfactoriamente el mandato de la ley. Su permanencia en el tiempo -prácticamente sin cambios sustanciales a la normativa-, sus indicadores -que apuntan a importantes logros en la disminución de accidentes, a la innovación en prevención, a la disminución del plazo en que los trabajadores accidentados se recuperan, al pago oportuno de las prestaciones económicas, como asimismo a primas del seguro reguladas por la Autoridad que resultan bajas en cualquier benchmarking internacional-, son aspectos que hablan de la solidez del sistema. En el mismo sentido apunta su gran legitimidad social como modelo de asociación público-privada, legitimidad que refuerza la posibilidad de replicarlo en otros ámbitos de la seguridad social.   Su éxito, legitimidad y permanencia radican en la sinergia del conjunto de pilares que lo rigen: No hay fines de lucro y todo excedente se reinvierte en el sistema. La mutualidad tiene una obligación integral que la obliga a asesorar en prevención, a curar, a pagar la remuneración del trabajador accidentado y su pensión, si el caso lo amerita. Todo trabajador accidentado recibe una atención médica de excelencia sin copago alguno, independiente de su aporte al sistema, lo que implica un grado importante de solidaridad. Rol asesor de la mutualidad en prevención a las organizaciones. Autonomía de gestión. Estado subsidiario. Cotizaciones reguladas por la Autoridad que consideran una componente solidaria. Competencia leal entre mutualidades. Directorios paritarios. Fiscalización orientada a resultados.   Estos pilares forman un todo integral sensible al cambio en cualquiera de ellos. Lo que lo hace un modelo que, como país, tenemos el deber de cuidar. En este sistema, el IST ha jugado el  rol fundamental de fundador. El 31 de diciembre de 1957 -más de una década antes de la promulgación de la ley 16.744 que regula el funcionamiento del sistema hasta la actualidad-, un grupo de empresarios privados de la V Región de Valparaíso reunidos en ASIVA y preocupados por  la gran accidentabilidad de sus trabajadores  y por su deficiente recuperación -al no existir centros especializados debiendo atenderse en los centros de salud  públicos  en vez de seguir el camino usual de recurrir al Estado-, decidieron acoger las propuestas de alto contenido de responsabilidad empresarial elaboradas por don Ladislao Lira Larraín, quien los instaba a crear una empresa especializada para abordar esta problemática  por sí mismos. Así es como nace el Instituto de Seguridad Industrial ASIVA, ISA, una entidad totalmente privada, y la primera de su género en el país, dando así comienzo a lo que actualmente es el IST. Respetando la prioridad por la protección de la vida y la vocación innovadora que le legaron sus fundadores,  el IST, en sus 60 años de historia, ha estado permanentemente a la vanguardia en prevención. Hoy, la propuesta del IST nace de constatar que los modelos imperantes en la gestión preventiva tienen ciertas limitaciones y ponen el énfasis sólo en aspectos técnicos, dejando de lado aspectos del ámbito social y relacional, y que las conductas y acciones de las personas obedecen a razones complejas, dinámicas y multicausales. Es por ello, que el IST se ha propuesto humanizar, enriquecer y ampliar la manera de hacer prevención,...

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Integración para el cuidado mutuo

Entradas por en Feb 28, 2017 en cuidado mutuo, Slide portada | 0 comentarios

Integración para el cuidado mutuo

“Somos seres inmensamente vulnerables y somos seres inmensamente fuertes”. Esta fue una frase que un día impactó en mi cabeza y hasta hoy me sigue dando vueltas. Apareció en mí un día que estaba haciendo un taller con uno de mis compañeros del equipo de la Gerencia de Innovación del IST. Era un taller sobre Comunicación para Sindicalistas en Concepción. El momento en que esta frase apareció en mi mente, fue en un momento muy particular del taller donde sentí una conexión entre los participantes, mi compañero y yo. Estábamos conversando sobre la importancia del escuchar y el clima se empezó a hacer más tenso. Preguntas como “¿de qué sirve que yo aprenda a escuchar a los otros, si igual los otros no me van a escuchar a mí? o “el agua y el aceite nunca se van a juntar” o “hoy no nos escuchan, ¿por qué nos van a escuchar mañana?”. De pronto comenzamos sólo a oír las inquietudes, sin resolver nada, comenzamos a escucharnos entre nosotros, nuestras inquietudes más comunes, nuestros miedos, dificultades y sueños y en la conversación apareció la pregunta “¿qué nos ocurre cuando nos sentimos escuchados por un otro?” Y alguien respondió algo que me impactó: “nos sentimos vulnerables”. Me sorprendió mucho esta respuesta, pues esperaba respuestas más típicas como “nos sentimos reconocidos, valorados, queridos, etc.” que son las respuestas que generalmente aparecen ante esta pregunta y que tienen una connotación más positiva. Pero la vulnerabilidad es una palabra que hasta entonces no sabía qué significado podía tener. Así que me quedé un rato en silencio frente a los participantes, un silencio de admiración, de asombro, ante lo cual mi compañero les preguntó: “¿y qué ganamos cuando nos mostramos vulnerables?”. “Ganamos fortaleza” dijeron los sindicalistas. Ahí ocurrió otro silencio, esta vez era un silencio compartido con una emocionalidad que para mí era de un respeto colectivo ante algo muy importante que estábamos creando juntos. Sentí que estábamos construyendo algo que era importante: “vulnerabilidad y fortaleza integradas, ¿a qué me suena esto?” y recordé un montón de cosas de mi vida: mi niñez, mis miedos, mis debilidades, mis derrotas, mis errores, mis caídas y a la vez mi familia, mis logros, mis amigos, mis maestros, mis habilidades, mis valentías, mi equipo, etc. Y aquí había un factor común: no podemos evitar necesitar de los otros. En un momento se me vinieron muchas emociones y recuerdos significativos en plena relatoría y eso me hizo conectarme mucho más con la sala. Ese día llegamos a muchas conclusiones potentes con los sindicalistas, como por ejemplo que “para ser sindicalista tienes que saber hablar, pero para ser un líder y representar a otros tienes que saber escuchar” o “al pasado hay que escucharlo juntos, al presente vivirlo juntos y al futuro componerlo juntos”. Al final de ese taller, almorzamos con algunos miembros de los sindicatos y compartimos mutuamente historias, en las cuales el patrón común era en qué momento de nuestras vidas habíamos sido vulnerables y cómo eso nos había dado mucha fortaleza para lo que hoy éramos cada uno. En el fondo, hablamos de todas esas veces en que tuvimos que pedir ayuda, en que bajamos la guardia y mostramos afecto, en que dijimos “no sé” y nos enseñaron, en que nos equivocamos y nos dimos cuenta que inevitablemente necesitábamos de los otros. Después de vuelta en el viaje con mi compañero, conversando sobre el “paradójico poder de la vulnerabilidad”, llegué a mi casa en Viña del Mar en la noche y no podía dormir pensando en esta “paradoja”, pero esta vez desde mi mirada como socióloga. Pensaba en este...

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Talleres para la conversación

Entradas por en Feb 21, 2017 en Otros post de interés | 0 comentarios

Talleres para la conversación

Ya era 30 de agosto y me vi llegando a Quilpué cerca del mediodía. La calle Claudio Vicuña en el centro de la ciudad me sorprendió cerrada de tacos y con el sol cayendo a pique sobre las cabezas. Bocinazos, rostros tensos, cansancio. Pensé que ya ninguna ciudad de Chile estaba libre de este ritmo sobre acelerado de las grandes ciudades. En eso estaba cuando escuché un bocinazo detrás. –¡ Apúrate pos viejo! – me gritaron. Ya daban la verde y yo distraído… y el de atrás que viene apurado. Bueno, me dije, así están las cosas. Busqué un estacionamiento y tardé bastante hasta llegar a un subterráneo. Detuve el auto y decidí parar un poco. Venía con las pulsaciones altas con tanto viaje y congestión de tránsito y me esperaban 20 personas – me dije- con las que iba a compartir una conversación que en nuestro equipo sentimos como importante. Sí. 20 personas del Banco. Faltaban 20 minutos para las 2 de tarde cuando abrí la puerta de la sucursal. Aún estaban trabajando, el Banco tiene que funcionar: hay gente depositando, gente que pregunta cosas al guardia. El gerente en su oficina mira el entorno desde sus cristales. Me hace una seña. Ya en su oficina nos reunimos. Me mira con detención, sabe y no sabe a lo que vengo. ¿Cuánto tiempo necesitarás?, me pregunta. -Es relativo, le digo. Pudiera ser que el tiempo que nos haga falta. El Banco ya está sin clientes. Disponemos junto al guardia las sillas en el “hall” central del banco e instalamos el data mirando hacia una muralla blanca. Llegan todos los trabajadores de la sucursal, se sientan. Algunos miran desconfiados, otros saludan con ánimo. Otros, aún desde sus ventanillas de caja, me miran de reojo. Todos de a poco se van sumando. Y conversamos. Hablamos sobre detenerse. Decidimos mirar juntos y concluir que la vida nos lleva súper rápido y que puede ser que mirar al otro y mirarnos desde la detención nos permite valorar lo que queremos. Por lo que cada día nos levantamos en la mañana. Aquello que nos importa. Miramos juntos que pasamos el 50% de nuestra vida en el trabajo. ¡El 50%!. Y que esta realidad nos invita a escuchar a nuestro compañero de oficina, de línea de producción, el que se sienta a nuestro lado en la caja de Banco. Y preguntarle: ¿Quién eres?, ¿Qué quieres de la vida? ¿Qué amas?, ¿Lo sé? ¿Sé lo que mi compañero de trabajo piensa y siente de la vida?, ¿De qué me estoy perdiendo cuando no me detengo a mirar mi vida y a los que me rodean?, ¿Vale la pena hacerlo así? Todos nos miramos; luego de conversar sobre conceptos y experiencias, nuevas competencias para el trabajo de equipo y para nuestras vidas. Y, ya al final, les propongo: ¿Cantemos un ratito? ¿Quieren cantarse y cantarle a su compañero? Entonces, antes de despedirnos, nos regalamos una canción. Cantamos todos juntos, ¡“Me importas tú y tú, y tú…y nadie más que tú! Hay emociones en la sala. Hay abrazos. También llega ese pequeño momento de silencio, donde cada uno de nosotros se mira, visita todo aquello que se ha estado perdiendo. Nos volvemos a abrazar. Ya en el auto, rumbo a Santiago, pienso. Qué regalo me da la vida, poder facilitar que otro se mire y mire a sus compañeros. Se detenga unos instantes y aprecie todo lo que tiene. Y siento que el cuidado de otro y de sí mismo en el trabajo está también en detenerse y valorar ese espacio. Que es un espacio de escucha. Un espacio...

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