Hablando se entiende la gente
El otro día tuve una de esas conversaciones difíciles que no quería tener. Podía haberla evitado, como muchas cosas que cada día nos callamos, pero decidí tenerla por tres motivos. El primero con la persona con la que iba a conversar, a pesar de que la conozco desde hace pocos meses he logrado crear un vínculo amistoso y de cariño. El segundo, porque acababa de certificarme como “Diseñador de Redes Conversacionales”* y, aunque siempre he creído que “hablando se entiende la gente” ahora, además, conozco cómo puedo tener este tipo de conversaciones para llevarlas a buen puerto. El tercero; porque se me presentaba la ocasión de poner en práctica aquello que estaba aprendiendo. Escoger cuidadosamente el contexto donde tener este tipo de conversaciones es fundamental, pero lo es aún más el contexto emocional de los participantes. En este caso lo segundo era fácil de conseguir porque las ganas que yo tenía de proteger el vínculo afectivo con la persona objeto de mi preocupación era mayor que el transmitirle mi enojo por lo ocurrido la tarde anterior. En cuanto la vi y le di los buenos días, ella misma se adelantó a mis propósitos y, sonriente, me dijo “¿hablamos?”, “claro, te iba a pedir lo mismo”. Buscamos instintivamente el mismo sitio donde sentarnos, apartadas del resto de la gente. De momento la cosa empezaba bien, pero aún no sabía cómo iba a continuar; al fin y al cabo la conocía poco, ¿y si estaba muy molesta porque mi enojo fue evidente? ¿y si no era fácil hablar con ella? ¿y si me daba la razón para evitar el posible conflicto pero no se sinceraba conmigo? ¿y si siendo yo sincera lo complicaba más? Y si, y si, y si…. juicios, juicios, juicios….miedos, miedos, miedos…. “Ayer pasó algo ¿verdad?”- “Sí, y no me gustó, quería hablarlo contigo”- “yo también”- “no quiero que la relación entre nosotras se dañe”- “¿conversamos de lo que nos pasó?”- “sí, hablemos” – “¡te enojaste mucho!” – “sí, me dio rabia tu insistencia en finalizar la reunión y en que nos fuéramos todos. Si tú tenías que irte, estaba bien, pero sentí que no nos dabas opción a los demás y yo quería quedarme” – “insistí porque estaba protegiendo a una persona que consideré que estaba siendo injustamente presionada y que era mejor que todos nos fuéramos y así dejarla tranquila” – “yo en cambio pensé que era mejor que alguien se quedara con ella, que no podíamos irnos y dejarla en ese estado y por eso me molesté, porque sentí que no me dabas opción” – “¡pero te enojaste tanto!” – “¿tanto?” – “Siiii” – “lo lamento, efectivamente debía haber reaccionado de otra manera “ – “yo también lo siento, te pido disculpas, de verdad”- “Pero ¿qué nos pasó? Ambas nos fuimos enojadas con la otra cuando el objetivo que teníamos era el mismo!”. Obviamente la conversación fue más larga, las caras de una y otra mostraron expectativa, sorpresa, sonrisas y risa; nuestros cuerpos, encogidos en un momento, se abrazaron al finalizar, y las emociones de tristeza, incertidumbre, paz y alegría tuvieron cada una su momento. Fue una conversación difícil, pero rica y preciosa para mí y creo que también para ella; que sirvió para aclarar las distintas interpretaciones que cada una había hecho de una misma situación. De no haberse producido esta conversación, nuestra incipiente relación hubiera dado un paso hacia atrás pero gracias a ella dio un paso de gigante hacia adelante. Les animo a dar pasos de gigante en nuestras relaciones! Conversemos. Hablemos. Nos hace tanto bien! * “Diseñador de Redes Conversacionales” programa”...
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